viernes, 6 de julio de 2012

El hada: Satin Naranja

... Solo tenía dos años y los días empezaban a unirnos, algunas veces las pequeñas hadas necesitamos disfrazarnos.

Era un domingo de lluvia (tengo vagos recuerdos de aquellos días, no sé cuanto recordaste tú) mis jóvenes padres se alejaban lentamente sobre el pétalo de rosa de los vecinos de la esquina, en aquellos tiempos todo lucía diferente. Mis lágrimas parecían perderse entre las gotas que caían del cielo y se deslizaban lentamente por el techo de la casa, aún me sigo preguntando que paso por la mente de mi madre al dejarme en la casa de aquellas viejas hadas.

Miento al decir que sé la edad exacta que tendría cuando de niña me ofreciste satin purpura, pero al pensarlo yo fui la única hada vestida de naranja, las otras tres pequeñas iban todas envueltas en purpura brillante y solo yo estaba envuelta en satin naranja, jamás me he detenido a pensar en como lucia ni si realmente te gustaba que estuviera allí, sé que fueron tantas las veces que en tu máquina de hacer vestidos me elaboraste detallados disfraces, pero solo puedo recordar el disfraz naranja de aquel verano.

Puedo vernos de espaldas a las dos, la vieja hada y la joven hada caminando de un hogar a otro, tocando puertas, tú bebiendo café y yo chocolate y es que en cada hogar al que íbamos nos ofrecían comida que jamás despreciábamos mientras a cambio, llevábamos pequeños cubos blancos de azúcar para endulzar con tu magia a alguno de aquellos que estaban por allá o por acá, solían ser jueves, sábados y domingos, quizá por eso es que esta joven hada se enamoró de los días, aún nos veo de espaldas caminando sobre la calle Veranos cuesta arriba con tus cubos de azúcar envueltos en un manto de colores y colgados delicadamente en tu espalda y yo a tu lado. ¿De qué hablábamos? Yo no lo sé vieja hada y sus palabras ahora se han silenciado. ¿Robe tiempo de tus días? Solo tú lo sabrás vieja hada, pero déjame decirte que tú me diste tiempo.

Y allí va la joven hada envuelta en color naranja, brillante como el oro bajo la luz de luna. Gracias.

Por aquellos octubres de lluvia, aquellas noches de diciembres helados caminando bajo la luz de la luna o dando pasos con linternas, por aquellos días en los que recogimos las cosechas y sobre todo aquellos días en los que caminamos por las calles empedradas y polvorientas de las ciudades encantadas.