lunes, 23 de abril de 2012

Como en otras ocasiones, desisto de los pensamientos y sentimientos, tras unas cuantas letras que me hagan olvidar unas cuartas palabras dichas. Me refiero al día que se consume entre confusión pero inicia con la obsesión de días lejanos y si se cuenta el tiempo serán años. He estado ausente de los días viendo como pasan y pasan. Mientras el mundo gira con calma yo estoy al borde del acantilado, caminando hacia el abismo o quizá sea el abismo el que me persigue. He sentido la alegría, felicidad al leer tras sus palabras ese sentimiento que nace que va unido a un conjunto de hojas, quizá viejas, quizá nuevas, letras y más letras que forman el puente hacia lo ridículo, lo inexplicable, inexistente. Me he visto o me he encontrado sentada en la sala de la plaza Mancilla, enfrente estas vos parado, sin darte cuenta (eso es lo que supongo) te he visto, observo cada una de las facciones de tu rostro, intento recordar tu sonrisa y grabarla en el libro de mi vida para siempre. Quisiera poder tocarte, pero aunque lo haga no sabrás que he acariciado suavemente tu piel porque mi existencia es falsa tan falsa como el tiempo que nos separa y la distancia entre tu mirada perdida y la mía olvidada, pero allí estas y acá estoy, tan cerca, tan lejos de los días, de los minutos de un tiempo etéreo, acá estoy mi vida. ¿Infinito? ¿Absurdo? Así de estúpido e ilógico, pero sabes, el espacio me atrapo, me quede en el limbo de la vida pasando los momentos junto a vos aunque no sepas que existo. Fugaz fue la existencia tras la muerte escrita con tinta blanca en la hoja de tu vida que solo la leerás si cambia de color. Pero no digas nada, es el silencio el  testigo del amor que te tengo y de las letras que hoy escribo entre las lineas de la camisa que hoy llevas puesta por primera vez.

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