martes, 17 de abril de 2012

Una noche de abril

Temprano, la niebla rodea el ambiente después de despertar de un sueño interminable durante una noche de lluvia de abril, ¿has decido? Finalmente entendiste que debías irte lejos, pero regresaste una vez más. A pesar de los años aún guardabas la esperanza de encontrar una sonrisa dibujada en su rostro. ¿Recordas que fui yo quien le puso sus zapatos en sus diminutos pies? Sus calcetas rosadas y sus zapatos blancos con dibujitos, esos los ate yo mientras vos te despedías en la puerta, intentando no llorar.

Mientras mi madre me preguntaba si mi padre había regresado, me contaba que cuando manejaba hacia San José, habían robado su auto y decidio ir a buscarlo después de recoger a Javier, a ella le parecía imprudente y estúpida la idea de ir tras unos bandalos y llevar consigo a Javier. La primera vez que vos decidiste dejarlo, abandonaste la casa por la mañana, te llevaste a tu hija y saliste decidida. Por el camino de tierra pude ver a Javier acercándose a la casa vieja que si no mal recuerdo ahora tendrá unos setenta años de haber sido construida, es de aquellas casas de cuento en medio de un bosque, con un pasillos largos y jardines extensos, una puerta de malla entre abierta, yo me encuentro sentada viendo como Javier camina hacia dónde estoy. Una vez más vos estas en la puerta de la casa de dos niveles mientras yo te observo y tu hija corre a sentarse junto a mí descalza, mi madre me ha dicho que no sabe que pasa por la mente de mi padre que a decidido mandar a Javier caminando desde el pueblo. Con atención te vuelvo a ver, vas saliendo de la casa con tu bolsa negra colgada en el brazo izquierdo y tu maleta en la otra. Las calcetas de tu hija son cortas, ha crecido y le quedan ajustadas. Él sale tras de vos al darse cuenta que te vas, acaba de salir de la ducha, solo lleva puesta una toalla azul. Parece que Javier no llega, no se acerca, solo camina pero no avanza. La primera vez que dijiste que te ibas, me dijiste que tomara el tranvía que pasa por el redondel, yo llevaba a tu hija en brazos pero olvidaste mencionar que tenía que portar mi tarjeta para poder abordar. Mi madre se ha ido. Él se acerca a hablarte, no dices nada, te das la vuelta y lo dejas, su mirada es triste. Le he puesto sus zapatos a tu hija, ella los ve, yo los veo, la tomo de la mano y caminamos por la terracería. Todo esto en una noche lejana de abril.

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