En silencio me siento en el sillón de enfrente tras una invitación ya que lo único que nos une son treinta minutos de una serie que se repite y se repite hasta que ya no podemos seguir viendola porque se ha terminado nuestro tiempo.
En silencio me siento a su lado mientras le pido que coloque una sinfonía relajante, porque las fuerzas se me acaban y me hundo una vez más en el mundo de encierro que ella creo para mí, la cárcel de la que aún no logro escapar.
Regreso a mi habitación y me pierdo tras las notas y el sonido de Beethoven y Para Elisa.
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