lunes, 11 de junio de 2012

El hada y el señor Oso


Guarda silencio le dijo la luciérnaga a la joven hada, han pasado diez días desde que abandono el bosque encantado, ahora se ve como la vieja bruja, lo único que conserva es su hermosa sonrisa y sus grandes ojos verdes, la belleza esta en mi interior se decía a sí misma. Caminaba por la noche, porque todo el día había sido de lluvia y no había podido avanzar en su recorrido, hasta esa noche se daba cuenta que no era tan fuerte como lo suponía, sus palabras lo eran, pero ella solo era una débil niña atrapada en el cuerpo de una vieja, las fuerzas ahora le faltaban, un paso tras otro. Mientras piensa en el señor oso y sus palabras. 

Hace unos cuantos amaneceres...
Hoy se ha encontrado con el señor oso, al verla se ha asustando, pero luego de ver fijamente sus ojos se ha dado cuenta que es la joven hada de la tristeza, han hablado por un largo rato, los minutos se han pasado, ella sentada con su horrenda apariencia en una roca le ha contado al señor oso todo lo que ha sucedido, el señor oso es de aquellos que inspiran confianza, es alguien con quién se puede hablar sin temor a nada, ¿es acaso el señor oso? ella se lo pregunta por varias veces, han pasado varios días, casi un mes, el señor oso vive en una pequeña cueva y la ha invitado a vivir con el por un tiempo, la cueva es grande, ella se encarga de ordenarla y arreglarla, el señor oso se dedica a verla trabajar y sonríe junto a ella, se han vuelto buenos amigos. Aquella joven hada que no cree en el amor ni la amistad ha hecho un amigo, se a entregado a su amistad con él y realmente lo adora. Cierto día aparece el señor conejo, le ha dicho que la vieja es un peligro y que debe irse, el señor oso incrédulo se niega a echarla, sin embargo una tarde de viernes de mayo le dice que ya no puede vivir con él en la cueva, él no puede verla a los ojos, porque solo sus ojos llevan el secreto de la joven hada, ve todo su rostro, pero evita sus ojos porque así, solo así puede verla como la vieja bruja. La joven hada enfurecida y deshecha por el dolor oculta sus lágrimas tras palabras llenas de ira, juega con su grisáceo cabello y gritan sin pensar. Al día siguiente no sabe como despedirse de él, se ha encariñado tanto con el señor oso, que ahora no sabe como debe hablarle o como debe actuar, tampoco sabe si debe abrazarlo o si puede llorar con él por última vez. El sol ha empezado a salir. Es hora de irse. La joven hada ve al cielo, ve su camino hacia delante y no da vuelta atrás, no sabe si el señor oso ha salido a despedirla, no sabe si el señor oso la extrañará, pero ha aprendido que no importa la circunstancia, ni las excusas ni las disculpas, nada importa, porque lo dicho dicho esta, solo que ahora aprende que debe callar, debe tranquilizarle y luego hablar. Adiós señor oso. Ahora la acompaña por la negra noche su amiga la luciérnaga, que con su luz ilumina sus pasos aunque sus ojos siguen encerrando soledad y tristeza eterna y su cuerpo muere lentamente día a día. Adiós una vez más querido señor oso.

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