martes, 2 de agosto de 2011

Y es ella ...

Son las siete y cuarto, una vez más ha regresado a ese lugar que no le trae más que tristeza. El día anterior todos decidieron salir, ella se quiso quedar. Unos cuántos también se quedaron. Mientras transcurría la hora, todo el lugar se encontraba vacío, o eso era lo que ella suponía, pasaron unos cuantos minutos, alguien apareció. Se sorprendió al verla, no esperaba que alguien estuviera en el lugar, todo estaba limpio y reluciente, sonreía mientras continuaba con su tarea cotidiana. Su rostro mostraba una hermosa sonrisa sin embargo sus ojos reflejaban la soledad y tristeza de los días. Según contaba, hacía algunos días que no encontraba motivo para sonreír, para ser feliz, deseaba regresar a aquel edificio, se había cambiado solo por una persona, pero temía ser la siguiente. Dice que ha tratado pero que no entiende a ciertas personas. Sin más que decir continua con su rutina. No estaba completamente sola, suena el teléfono, contesta como lo hace usualmente. Continua con la rutina.

Otro día más, son las siete cuarenta, ha llegado un poco más tarde de lo habitual, con su blusa azul, el pantalón gris, su pelo recogido, sus zapatos color negro bajos, sin su sonrisa. Mientras se pasa la mañana entre la rutina, las risas de otros, ella sigue con lo mismo, pasa por aquí, hoy alguien le pregunta porque no sonríe, ella responde que desde hace tiempo no hay motivo para sonreír, va de un lugar a otro, sin motivo, sonríe ante una que otra palabra que alguien más dice, pasa por aquí nuevamente, su mirada esta perdida, ve su reflejo en el vidrio, ese vidrio reluciente, sonríe, pero su mirada, aún sigue siendo triste.

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