miércoles, 28 de septiembre de 2011

Historia Corta 8: Regresando a esa ciudad.

Vestía un abrigo azul largo que llegaba a sus rodillas descubiertas, hace algunos días había cortado una rosa y la había colocado en el centro de la pequeña mesa de vidrio ubicada en el centro de la sala, corto la rosa del mundo que ella pintó, quizá el único lugar en el que podía encontrarla, azul como su abrigo, azul como sus ojos, azul como la inmensidad de la mar y del cielo estrellado. La seguridad de una persona puede ser muy cuestionable, influye mucho el tema del que se trate y lo que se busca, influye la decisión tomada y el temor que esto puede causar, ella es una persona segura, se siente segura de sí misma, pero al mismo tiempo duda de ello. Tras tanto tiempo de esperar, por fin sale de la ausencia, del tiempo, camina sin un rumbo definido, ¿De qué sirve tener lo que quiere, si no puede ni siquiera observarlo?, sigue pasando el tiempo, la lluvia ha empezado a caer, las primeras gotas de lluvia del año, su ser deshojándose, las lágrimas se han secado, se las ha llevado el viento y jamás las trajo de vuelta, ojos perdidos, sin descripciones y mucho menos palabras, sin llamadas, sin respuestas complicadas, simples pasos al azar, sin camino ni rumbo definido, solo con una cosa es segura, salir y no regresar, salir sin saber, sin tan siquiera tener una idea de un después quizá lejano o cercano. Sabe que se dirige a algún lugar deseado pero que al mismo tiempo le causa terror, vio al cielo, lo busco entre las nubes, solo pudo ver la lluvia caer y las gotas de agua suavemente tocaron su rosto maquillado, el maquillaje empezó a caerse, recorría una a una las facciones de su cara, sus labios, pintados de rojo, sus ojos delineados, el delineado ha empezado a correrse, el negro intenso que los rodeaba ahora se mezcla con el color de su rostro, su pelo recogido, peinado delicadamente, ahora es solo cabello mojado que estila agua. Toda ella es un desastre.

Los sueños fueron en la ciudad a la que hoy recuerda a la que hoy se dirige, tan lejana, tan cercana, sus dedos no pueden tocarla, sus ojos no pueden verla, con la ilusión de parar un momento y ver el alrededor, al mismo tiempo, siente un escalofrío recorrer todo su cuerpo, pasa por cada una de las formas bien definidas, sus pechos, su cintura, su cadera, sus piernas, no sabe si es por el frío que hace o es por el recuerdo del olvido de los días de ensueño en esa ciudad, un escalofrío que la hace volver a la realidad. Mientras sigue caminando, la lluvia cesa, las nubes se abren, se dispersan, se vuelven densas y dan paso a unos pocos rayos de sol que chocan con el viento frío dejado por la lluvia, ahora puede sentir el calor que recorre su cuerpo. Mientras espera sentada en una de las pocas bancas que encontró desocupadas, ve una y otra vez el reloj, ve hacia uno y hacia otro lado, sonríe una vez más, sus labios aún siguen rojos, contrastan con la blancura de sus dientes al sonreír, simplemente se sienta a esperar el paso de los pocos minutos que hacen falta para un inesperado encuentro que está segura que quiere, pero que a la vez no, la seguridad es su mayor fortaleza pero es a la vez su mayor debilidad, esperar no es siempre lo mejor, pero mientras espera, puede ver a todo aquel que pasa a su alrededor, cada uno cuenta una historia diferente, alguien se detiene frente a ella, no dice nada, ella tampoco.

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